Caminábamos despacito, dejando que anocheciese en nuestros pasos.
Semejantes a dos extrañas flores que intentan arraigar en el asfalto.
Caminábamos sin prisas, coronados por millones de briznas de primavera despuntando en la arboleda.
Fue un instante fugaz.
Un pequeño árbol joven se encendió, con una luz nunca vista antes por nuestros ojos.
Fue un intenso fogonazo que envolvía todo el árbol y desdibujaba la densidad de su materia.
Era una extraña luz azul verdosa.
Nos miramos los dos asombrados, con la mirada aún impresionada de belleza.
Entonces, mi hijo me preguntó:
- ¿Cómo se ha encendido la luz en ese árbol, mamá?
No supe, ni sé que contestar.
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