Hace apenas unos días, la densa y fría niebla con que amaneció el invierno en La Mancha, se disipó y elevó para mostrar la límpida claridad de su hermoso cielo.
Me gusta pasear por los caminos de mi tierra y perderme con la mirada en el llano infinito.
Mientras camino, siento levitar las gigantescas y algodonosas nubes.
Compruebo, con sumo placer, que el invierno por fin se ha marchado.
Entre rojizos terrones de tierra, con suma sutileza, se despierta la esperanza.
Se manifiesta en infantiles brotes que saben a promesa de deliciosos frutos.
Y no puedo evitar acercarme a ellos, pues en toda esa vida nueva que apenas germina, siento tu vigorosa presencia.
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