Y yo, amiga cómplice del silencio,
siento todo tu ser acariciando mis latidos.
Así, las palabras fluyen despacio, parten del centro camino de las manos, hasta arribar al terciopelo de tus iris.
Tu alma se eleva al sentir muy adentro crecer la llama que en mi arde.
Es la ingravidez de la entrega.
Amor, por un instante, te pido no digas nada.
Llena conmigo este abrazo que se convierte en silencio.
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