Detenerse un ratico,
con admiración,
en lo que nos gusta,
en los que nos ennoblece y nos hace sentir la grandeza exenta de medida.
Ahí está el brillo.
No se ve,
no es tuyo, ni es mío: a nadie pertenece.
Es eso que nos une.
Siento los pájaros trinar
porque no saben de tristeza.
Su pasión es fuego aéreo.
Sin necesidad de pensar en ello,
expresan toda la belleza de la que son capaces.
No era recordar.
Ni aprender.
Soy el trino y la mano que escribe.
Y la tristeza que, a veces, siento.
Y el hambre de vida que me llena.
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