Algunas miradas encienden almas al transmitir sus centelleantes chispas divinas.
Las niñas, esos portales juguetones en código de alegría.
Avelina es menuda, muy relimpia y, sobretodo muy observadora.
Es de las raras personas que elevan la braquicardia de este mundo enfermo de yo-ismo.
Da gloria escucharla hablar, sin máscara, ni corazas, ni cosas de esas raras y sofisticadas. Ni siquiera tiene una imagen o idea de si misma y se nota que no las ha necesitado en la vida.
Se expresa directa, sin interferencias vanas, aleteando en el momento.
He recuperado el gran placer de escuchar, de detenerme en los gestos, de difuminarlos hasta ser solo el silencio de terciopelo para esa voz que narra.
Avelina es muy divertida, pues al no haberse impuesto la obligación de representar un papel, transmite lo que siente y lo expresa sin ningún tapujo, dulcemente.
Cuenta anécdotas, de la guerra, del hambre, de como a escondidas de su madre procuraba comida a quienes no tenían nada con que alimentarse. A veces añade, como deteniéndose un ratico en el pensamiento:
- Soy muy tonta, lo sé: la gente no suele ser así, va a lo suyo. A mi me alimenta más que se lo coman los otros. Es que me da mucha lástima.
En mi tierra, decimos que esta situación u otra nos da lástima para referirnos a lo que en otros lugares nombran como com-pasión, la que es de él, del espíritu, la real.
Estoy muy contenta de haber encontrado a Avelina en mi camino. Cuida mucho de todos los abuelitos.
A través de sus ojos solo penetra la luz de la belleza real.
Ella, olvida cosas de su historia.
Cree, cuando habla con alguien que está en su pueblo, un poco lejano a donde vive ahora.
Y como le gusta mucho hablar, muchas veces dice sonriendo:
- Uy, me voy a hacer las camas, que me estoy entreteniendo mucho.
Cuando nos marchamos de la residencia, siempre nos despide diciendo:
- Buen viaje
Y yo, le contesto:
- Cuídese.
Juntas hacen una bonita triada de palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario