- Mamá, cuando estoy contigo estoy más
cerca de dios y con papá de la razón.
¿Se puede escuchar algo más conmovedor?
Despertar a su lado, con su pequeño hombro perfecto, asomando entre los pliegues de la sábana.
Recorrer la blancura de su piel con un amplio gesto. Y todas sus pequeñas pecas. Y sus largas pestañas.
Adora jugar y aprender. Como todos los niños.
Pero, sobretodo, los números.
Tardó mucho en hablar. Ahora no para.
Da gusto escucharle, pues tiene una manera de plantear las cosas original.
Cuando no conoce una palabra, o la necesita, se la inventa. Y la incorpora a su vocabulario. Después hay que explicarle que los demás quizás no le entiendan si usa esa palabra. Le da igual, la sigue pensando.
Dice que es muy fácil entender a las personas mayores, pues todas tienen las mismas pautas de comportamiento (matiza que al menos las que el conoce) y a los adultos también. Pero que con los niños le resulta muy difícil.
Es un privilegio ser madre. Y tenerlo como hijo. Es puro sentimiento.
Cuando nació su pie era como la uña de mi pulgar.
Nació luchando por vivir.
Y vive. Plenamente.
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