lunes, 11 de mayo de 2015

La profesora de francés trajo un día un bonito puzzle de Notre Dame de Paris.

No era muy grande, pero estuvimos toda una tarde tarde construyéndolo. Cuando lo terminamos, nos dimos cuenta que faltaban dos piezas. y por más que buscamos por todas partes no aparecieron.

Nos quedamos un poco desoladas: así no iba a ser lo mismo. Lo queríamos enmarcar.
Yo me ofrecía a hacer las piezas. Y así fue. Las construí a ojo.
Quedaron perfectas. Nunca nadie notó la diferencia. A veces, mis compañeras las buscaban.

Yo las veía siempre a la primera: claro, las había hecho yo.

Eran otros tiempos.

En el que crecían todas las primaveras estas flores. Sigo sin saber como se llaman. Pero tienen un fruto en forma de pequeño pan.

Nos los comíamos. Y estaban buenos.



Toda una vida para volver a encontrar el espíritu. Ese que te anima a no ser más que tú. y no querer parecerte a nadie.

Menos aún de mayor.

Merece la pena. Hay muchos puzzles que componer.





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