A veces, parece que objetos y otros seres inanimados están dotados de voluntad de expresión propia.
Me parecía que era lo más que nadie había escrito nunca. Y era para mi.
Y así es que copié esas palabras en un trocito de papel y las guardé entre mis más preciados libros.
Y se quedaron palabras entre palabras. Y me olvidé de su existencia. De las unas. y de las otras.
Empaquetando mis enseres para llevarlos a esa que iba a ser mi nueva casa, salió de su escondite la nota. Mucho tiempo después.
Y ahora, si, comprendí, que mi sustento eran, apenas, escasos jirones de alma.
Me iba a vivir una vida que no quería.
En mi cobardía me he equivocado, mucho. Demasiado.
En tus palabras está este corazón, que no me pertenece.
A veces, las palabras transcienden. Qué difícil es expresarse bien con ellas.
Ahora estoy dónde siempre tuve que estar.
Y en esta incertidumbre, no tengo miedo. Ni tan siquiera a ratos.
Simplemente quiero vivir. Feliz. Contigo.
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