Hay quienes cuentan que hubo un cura, cuyo sueño era surcar
los cielos teniendo por alas un millar de globos de colores.
Un mediodía, después de la misa dominical, los catecúmenos
más jóvenes de su parroquia, le habían preparado una sorpresa. Conocedores que
eran de su anhelo, a brazos llenos de globos, le esperaban en su casa. El recinto del traspatio del olivo
y el almendro estaba a rebosar.
El cura impresionó sus retinas con tan sin igual espectáculo
de color e ingravidez aerostática. Pronto,
sus fieles le vistieron con un arnés con grave contrapeso al que le
implementaron en racimos, sin dejar tan sólo uno, todos los globos.
A las palabras de corten, el cura salió volando. Y al día de
hoy, todavía lo están buscando.
Para mí, que he indagado, creo que con Cosimo de Rondò se ha
encontrado.
Y ahí siguen. En su sueño. Eterno. Volando entre las nubes. Los
horóscopos. Las estrellas. El sol y, por supuesto, la luna.
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