Paseos de largos atardeceres,
en lento caminar.
Tu luz silueteando
algodonosas nubes,
en las que descansar el alma.
Es el único momento
en que sobran las palabras.
Sólo la suavidad de las manos,
el roce del vuelo, de
mi falda.
Y la amplitud de las sonrisas,
que se extienden y contagian.
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