Nunca fui una buena gimnasta.
Sólo se me daban bien los saltos de longitud. Quizás en esos primeros intentos de volar a ras de suelo.
Después, hubo un largo tiempo en que andaba ingrávida a un palmo del suelo. Y es curioso, porque me cruzaba con la gente por las calles, así, y nadie parecía darse cuenta.
Pensaba, entonces, que a lo mejor es que las personas se habían acostumbrado a verme así. No era cierto: la que se había acostumbrado era yo misma.
Es extraño los lugares a los que transportan las palabras, sobretodo las que creemos ajenas.
A veces, nos apropiamos de algunas que no eran para nosotros. Y las dotamos de un sentido, inexistente para el que las escribió o pronunció.
Será por eso que prefiero el lenguaje de la luz, de los gestos, de las caricias, del cuerpo a cuerpo.
Y sin embargo, escribo. Y, a veces, leo.
Y con todo esto, en mi torpeza, lo que quiero decirte es que
Es contigo que vuelo de la nada a cualquier parte.
Y que como las flores, me brotan los colores y los dibujos para ti.
De la nada, a cualquier parte.
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