Instante tras instante habrían sido de verdad el uno al otro como los firmes gemelos del compás, moviéndose cada uno al movimiento del compañero, inclinándose el uno cuando el otro vaga más lejos, volviendo a crecer erguido cuando el otro se le une de nuevo. Entonces ambos habrían continuado su viaje en el presente, derechos hacia el astro que los esperaba, polvo de átomos entre los otros corpúsculos del cosmos, vórtice entre los vórtices, eternos ya como el mundo porque ribeteados de vacío. Conciliados con su destino, porque el movimiento de la tierra trae terrores y daños, pero la trepidación de las esferas es inocente.
Las isla del día de antes (fragmento)
Umberto Eco
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