A veces, se piden demostraciones de amor a la carta, un "no sé que" que se adapte a los límites de una rayuela trazada bajo el arbitrio de particulares deseos.
Se exige que las piedras del camino dejen de ser piedras y que no dañen al caer con brusquedad sobre un pie; que no molesten cuando entran dentro de un zapato.
Con frecuencia, se nos olvida ser flor.
Una flor no precisa demostración alguna, es ella misma manifestación plena.
La flor engendrada crece impulsada por la misteriosa llama que la mueve a conocer y abrirse al mundo.
La flor entrega sin reservas ni exclusividad su esplendor a los elementos, hasta alcanzar el momento propicio de perfecta belleza. Luego, desde su silenciosa vida, se disuelve sin retorno en la corriente de la vida.
Escucha el latido de las flores, de la vida en todas sus formas y, quizás, sientas que esa vibración es la misma que hay dentro de ti.
¿Cómo llamas al impulso de toda esta vida manifestada?
Quizás, en algún momento, decidamos comenzar a conocer, a comprender plenamente.
Quizás algún día, dejemos de pedir demostraciones.
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