Los fenómenos se superponen de manera frenética en eso que llamamos realidad.
La realidad se percibe como una compleja maraña que sólo puede destramarse filtrando la información hacia dentro.
En un estado en el que la mente se aquieta, los ojos, en un consciente y ligero desenfoque, comienzan a ver sin necesidad de mirar.
La mente se vuelve ágil al no detenerse en nada concreto; entonces siente la continuidad del ser en todos esos fenómenos que suceden en simultaneidad y escucha con suma atención el lenguaje desnudo del alma.
Así es como encuentra su voz.
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