Hoy comenzaba la mañana con mi cerebro reflexionando sobre algo que había escrito mi hermana.
Decía, en un mensaje, que estaba muy orgullosa de su familia.
A mi, nada más leerlo me ha dado una sensación muy rara la frase.
Y luego, me dejó un poso con un regusto poco agradable.
Me sabía a un "no sé que" con tintes de impostura.
Bueno, más propio sería decir que se notaba mucho lo postizo de la palabra orgullo.
Es algo así como el "pepo" ese que llevaba puesto en la cabeza, mal disimulado entre sus cabellos, un antiguo compañero de trabajo.
Lo terminamos bautizando así "pepo" en alusión directa a lo que parecía: una especie de injerto de tupido vello púbico.
Entonces, evitábamos mirarlo muy de cerca, pues su visión nos producía una mezcla de risa y espanto.
Sí: la representación que se adopta o elige para mostrar la imagen propia, en ocasiones, da risa. Y mucha. Quizás sea de lo que más risa da. No dejan de ser disfraces que nos ponemos con más o menos gusto.
Sé que soy yo y mis manías.
Es que estoy mucho tiempo sin más compañía que la ignorancia y, a la vez, azuzada por la curiosidad.
El hecho es que no sé qué es eso de sentirse orgulloso. No me lo había planteado hasta leer eso.
Yo, siento alegría con la alegría de mis seres cercanos, de mi familia y de alguna manera noto sus sensaciones, me llegan dentro. Comparto con ellos su dicha en lo que soy.
Esas veces, esos instantes felices, respiro con más anchura y alegría: son momentos de rica ingravidez terrestre.
He ido a mirar al diccionario a ver si la empatía que siento tenía que ver algo con la definición de orgullosa o de orgullo.
Por lo que he leído, parece ser que no.
Pues ni falta que me hace.
Ayer, terminé el día sabiendo algo nuevo: que yo no me siento orgullosa de mi familia y que probablemente nunca me sienta orgullosa de nada.
Ayer terminé el día con una ligera zozobra provocada por la duda y la persistente punzada del miedo.
Yo, lo único que quiero es no tener miedo para así vivir intensamente cada instante.
Gestar los logros en silencio, llevarlos a la realidad con manos invisibles y que lo único que se haga muy grande sea el alma.
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