El alma siempre aflora entre las penas, como agua fresca y cristalina que mana del interior de la piedra.
Es vida que se abre paso a un resquicio de luz de vida. A veces, así sin esperarlo, ni pensarlo, ni buscarlo brotan unas confidencias bellísimas.
Yo no soy todas esas palabras que puedan llegar a decirse de mi, sino esa apertura hacia lo infinito que se crea de ti a mi o de mi a ti en un momento dado.
Y esa apertura es amor universal que nos recorre como el praná del que se alimenta el espíritu y que se individualiza en cada ser sin ser necesario decir su nombre.
Y hablamos mucho de todas esas capas que nos envuelven y nos entretenemos mucho con todas esas cosas que no somos, pero estamos deseando siempre hallar la fisura en la que se derrama la verdad.
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