jueves, 21 de abril de 2016

Raíces aéreas

Y no sé si desde aquí, he viajado hasta el punto exacto dónde te encuentras. O eres tú quien ha venido. O es que somos el mismo pensar y sentimiento.

Los trinos, las campanadas marcando los ritmos cotidianos, la lluvia generosa y constante, han cambiado la dinámica de los estares para siempre.

La lección del color del astro rey, saludando a los mundos. La maravilla que genera en todo aquello que toca su luz dorada.

Entender la geometría de los planetas y los astros como esferas,  porque es la manera que tienen nuestros ojos de percibir la luz y las formas.

Estas son algunas cosas que ocurren dentro de la atalaya.

Una vez más, sin apego, debo recoger mi equipaje y los rastros de nuestro paso.
Cada vez con más arrugas en la frente y en el marco de los ojos.
Cada vez más lejos de aquello por lo que pasamos,  y que dejamos, porque no nos pertenece.

Y la vida bulle, generosa. Y mientras, aunque no lo apreciemos, modifica toda nuestra estructura.
Volvemos a ser potencial.

La atalaya se entrega al silencio de mi silencio.
Se derraman los cantos, desde un cielo indeciso, que azulea.

Ahora sé que soy: soy un pequeño árbol de raíces aéreas.




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