domingo, 17 de abril de 2016

Permanencias

Hay símbolos que han intentado desplazarse. Ocupando su espacio por efímeras cosas materiales.
¿Dónde está el valor de lo que ahora yace cubierto de polvo, moho, telarañas y podredumbre?

Se desterró la higuera. Y, con ella, todo el universo aéreo que engendraba al desplegar su meloso encanto.
Más permanece el columpio de sogas y madera, penduleando sin pausa. Se encuentra anclado al reino de la memoria, la más firme,  frondosa y robusta de sus ramas.
Permanece el aroma de las lilas tempranas, dentro. Flotando.
La encalada escalera de madera, llevada a duras penas, a rastras, hasta colocarla bajo el lilar, para alcanzar sus más perfectas flores.
El pausado camino de vuelta a casa, embriagada de suave olor y belleza, vislumbrando el camino entre los huevos del enorme ramo.
Recuerdo la cara de mi madre al recibirlo. Buscaba para él el lugar adecuado. Y al colocarlo, las cosas cotidianas y los enseres,  cobraban un nuevo aspecto, ante su viva presencia.

A veces, coincide, que lo que se percibe bonito es terriblemente hermoso.
A veces, se ve.




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