miércoles, 15 de julio de 2015

La atalaya

Y la profundidad del alféizar se convirtió en atalaya desde la que alcanzar un cielo. Cielo que no es cielo, sino descanso de los sentidos. Sosiego del alma. Fulgor del espíritu.

Aire azul que tensa la pleura azulada y descarga pequeñas plumas. Se elevan sobre el cuerpo, como angelicales copos.

Qué no hay subir sin bajar,
Ni tiempo sin eternidad.

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