martes, 28 de julio de 2015

En ca la Julia

Acabo de quitar una foto de la pared en la que se me representa de perfil, mirando hacia el pasado y hacia arriba. Fondo negro.

Ayer, mirándola, me decía a mi misma que tenía cara de se ma ha ido el santo al cielo.
No soy yo.

Mejor la saco y dejo espacio: que corra el aire.

Vaya tela.

Cuando era pequeña, mi vecina, la Julia, tenía un taller de corte y confección.
Allí aprendimos todas a coser y a hacer pases de modelos. Todo a medida, de las circunstancias.
Se comienza midiendo el cuerpo.
Luego, dibujando el patrón en papel de seda o directamente sobre la tela, según la pericia.
Se cortan las partes
Con alfileres se unen las partes y se hilvana...
Yo soy eficaz hilvanando y rematando. Cada uno lo suyo.

Ahora, se compra ropa sin parar y sin medida. Sin ton ni son.

Las más de las veces son harapos realizados en condiciones de explotación infrahumanas.

Hay que ver un mucho cómo es el retrato del futuro, porque este definitivamente no me gusta.

Y se me da bien coser.





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