Hubo una vez en que paseábamos sin prisas. Y al mirarnos la alegría viajaba de tu rostro al mío. De tu
boca a mi sonrisa.
Eso soñaba la otra madrugada. Aunque debiera decir que ese era
mi despertar. El sentimiento de que una vez hubo paz y que es esa paz interior es
la que quiero respecto de ti y respecto de todo el mundo.
Cuando escribo en este lugar, evito las palabras negativas, en la medida de lo posible.
Es mi deseo expreso no añadir más fealdad, ni tristeza, ni
dolor al mundo.
El amor no muere. A veces ocurre que algunas de sus ramas paran
de crecer y se hacen más fuertes, otras ramas del mismo árbol que persisten buscando
la luz.
No imaginaba que esto pudiese llegar a ocurrir. Y sin
embargo así es.
Tampoco que mi vida iba a ser como es ahora. Ni que tuviese tantas
dudas a estas alturas de la vida. Y sin
embargo, basta una inspiración para que se disipen.
Hubo un tiempo exterior. No era ni mejor ni peor: era lo que
era.
Ahora ya no queda tiempo. Tan sólo instantes, momentos y
puntos de fuga. Y la escala musical de todo el espectro luminoso.
Desde ese adentro que eres, puedes componer universos enteros.
Si de verdad quieres.
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