viernes, 15 de julio de 2016

Germinando

Muchas son las formas en las que llegan y te sorprenden. Cuando llegan.
Pues, en ocasiones, dudas y piensas que puede que ya no haya una vez siguiente. Más cuando menos lo esperas, llegan. Y sin darte cuenta te has sumergido de nuevo en los sentimientos. Y te encuentras explorando un mundo nuevo. Éste se descubre a la vez que se construye, mano a mano con el otro.

Es el momento de viajar de nuevo.
Disfrutas de la entrega, de la dulzura, de las risas cómplices como respuesta a la estupidez mundana disfrazada de no se sabe que cosa de apariencia o importancia.
El caso es que empiezas a descartar a muchos personajes. Y rebosas de nuevo alegría. Lo sabes porque se llena con ella el espacio y es lo que sientes al mirar los rostros de los demás.
Volver a ser como niños chicos. Jugando sin importar nada más que ese rato que surge. Obviando el universo de lo impuesto, al entender que nada en él es importante. Despreciando toda una reluciente morfología de lo huero.
Hablar hablando. Sin notar los pasos que gravitan sobre el camino.  Escuchar y sentir las pausas.
Crecer las estancias del pecho. Saber lo que importa y merece la pena.

Importan las manos abiertas que se ofrecen porque sí, sin reservas. Dar.
Importa tomarlas como el precioso regalo que son.
Sobretodo importan las caricias del alma, pues con ellas se gana el pulso a la vida. Importa sentir.
Sentir brillar los ojitos, que al mirar alumbran el cielo. Niñas de todas las formas y colores. Luces de luz para ver la luz.

Lo demás es una excusa, que inventamos como puro divertimento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario