Cuantos largos encuentros sin fin de vivir intensamente.
Decías que experimentábamos todas esas cosas para recordarlas. Para llenar los vacíos de la existencia con esos recuerdos.
El recuerdo como un lugar de retorno y sentido.
El devenir de los acontecimientos preservó intactos los sentimientos. A resguardo, entre dos planos distintos de la realidad. Mientras, se iban superponiendo y sedimentando otras realidades.
En mi mente eres grande y hermoso. Y, sin embargo, al verte te siento pequeño, algo así como encogido y chiquitito.
Noto como si un halo de tristeza te envolviese.
En esos instantes previos en los que nuestros caminos se aproximan, dudo de mi percepción: no sé si eres tú o es mi interior lo que percibo.
El zarpazo de la erosión nos ha robado demasiados pedazos de golpe. A ambos.
Ocurre que me reconozco en ti en muchos aspectos.
Nos unimos en un abrazo de mares de siglos. Ahí está, alojado en la caja torácica, ese algo que antes no existía: ni en ti ni en mi. Es un poso de dolor en lo más hondo, que ha hecho más bella el alma.
Nos miramos. Ya no saltan chispas.
¡Cuantas sensaciones contradictorias!.
Sumo silencio a tu silencio. Flota en el azul del cielo. Silencio para decir muchas cosas. Silencio para reconocerse. Silencio desde el que comenzamos a hablar sin sonidos.
Y sale la voz. Poco a poco. En un incómodo hacia fuera. Palabras que brotan de un interior lleno de preguntas que se fueron resolviendo con granos de tiempo.
Nos pensamos acomodados. En la ilusión de detener lo que es puro mudarse.
Nos aferramos a la idea de un mundo en el que nunca encajaremos, que no nos corresponde, con la vana esperanza de comprenderlo.
Pero no.
Así es que aferrados al perpetuo girar de la especie, continuamos.
No sé si alguna vez te dije, si así fue no lo recuerdo, que la vida es para olvidarla.
Para soltarla en cualquier instante. Vaciarla y volverla a llenar.
Para apenas si rozarla con la yema de los dedos, mientras crea, recrea y transforma.
Y permanecen los surcos, surcos de profundas penas llenos de acuosas alegrías.
En tu rostro. En mi rostro. ¡Tan pequeños!
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