lunes, 11 de julio de 2016

No quiero

Fue hace unos días.
Había pasado un largo rato desde que mi hijo se había ido a la cama.
Yo estaba absorta en mis elucubraciones mentales, cuando desde el silencio de la noche me llegaban sus palabras como un apesumbrado lamento. Repetía incesantemente:
- No quiero, que no quiero, es que no quiero...
Acudí a su habitación. Me senté al borde de la cama para intentar consolarlo con un abrazo. Mientras esto hacía, le preguntaba:
- Hijo, ¿qué te pasa? ¿qué es eso que no quieres? ¿acaso tienes un mal sueño?
A lo que él, me contestó:
- No mamá. Aún no me he dormido.
Es que no puedo decírtelo.
Pero es que no quiero, no quiero mamá.
Y yo, insistía en saber.
¿Qué es eso tan grave que no me puedes contar?¿es el niño ese, el matón del colegio?
Él estaba convencido que no lo iba a entender. Y se sentía solo en su dolor y triste.
Y por fin, dijo:
- A veces, me ocurre que hago cosas que no quiero porque no se decir que no, porque no sé negarme. Es así por complacer a los niños del cole, también me pasa con las primas y los adultos. Y luego, me siento mal. Porque no quiero hacer las cosas que hago.
Por eso me repito a mi mismo que no quiero. Me da rabia. Y me lo repito a mi mismo, para recordarlo la próxima vez y no volver a hacer lo que no me gusta, lo que no quiero.
Sólo acerté a añadir que a mis cuarenta y cuatro años, acababa de aprender a decir que no.
A dejar de hacer cosas que no quiero.
A ser yo misma.
Terminé con un beso y diciéndole:
- No te exijas. No te juzgues. Aprenderás a hacerlo. Ya llevas la mitad del recorrido ganado, pues eres consciente de ello.

Me estaba ahora, acordando de esta anécdota.
Es que echo mucho en falta a mi hijo, a mi ángel.
Y es con él con quien más aprendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario