martes, 12 de julio de 2016

La acacia

Habito la quietud de la majestuosa acacia.
Contemplo la fascinante sutilidad del elegante movimiento de sus hojas. Y se me asemeja al espejo de la imperceptible danza verde de la brisa.
Al apagarse los trinos, su despertar liviano se convierte en leve caricia sonora.
Es la compañera de las horas en este gris pedazo de lo absurdo.
Salpica de sentido este breve rincón de los pasares, con su belleza cercana y su aura protectora de las almas.
Juego a deslizarme en la acacia con mi mente, con sigilo, diluyendo la frontera ficticia de lo que fuera el otro lado.


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