Con sigilo y despacio, la madrugada sorprendió la obscuridad de los cuerpos en su abrazo.
A tientas, mi boca, encontró tus entreabiertos labios y germinó el beso.
Y acontecieron seis elípticas solares.
La gravedad se marchó de mi cuerpo. anduve descalza, caminando sobre tus pies.
Y desde entonces, refulgen en el pecho galaxias nacientes.
Y el mismo suelo es la atalaya del infinito.
Y todo es nuevo, hermoso y extraño.
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