domingo, 31 de julio de 2016

Agostando julio

A veces, te emocionas y lloras cuando nos sientes, cuando nos ves. Y nosotros pensamos que es porque nos reconoces y nos echas de menos.  El caso es que nadie, excepto tú, puede saberlo.
De hecho, cuando se llora, no tiene porque haber un motivo, es una manera más de expresarse.
Lo es evidente es que te has aferrado con fuerza a la vida que te recorre, madre, y no estás dispuesta a rendirte.

Es un milagro verte sonreír tanto, que nos obsequies  con tantos besos y nos regales tantos cariños.
Ahora sé que esa es tu verdadera naturaleza.

Contra todo pronóstico (que delicia supone comprobar fallidos los pronósticos cuando son para bien) hablas. Comienzas a decir tus primeras palabras a tus 79 años.

Y continuamos con nuestro avatar.  Sorprendiéndonos . Aferrándonos a la curvatura ascendente de una pregunta que nos contesta el instante siguiente.

Vemos  y vivimos cosas terribles. Como también hay ocasiones en que alcanzamos la  ilusión de lo sublime.

Los momentos se construyen con trayectorias compuestas de piruetas amables y saltos al vacío sin red.


Y yo, prefiero el trapecio.

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