Cuando menos lo esperaba,
se abrieron las puertas de tu jardín secreto a mi paso.
Me embriagué con su dulce aroma y delicado encanto.
Y me sentí pequeña entre tanta hermosura.
Afortunada por recibir la dicha de conocerte en su paseo.
Mientras, el reloj se apagaba y
alrededor de nuestro halo, se llenaba todo de sentido.
Quise regalarte las primeras flores de mi campo.
Raras flores despojadas de la tiranía del miedo.
Criadas con las abundantes luces de la esperanza.
Y sin darnos cuenta, a nuestro compás se habrían ventanas de belleza en la cáscara reseca del mundo. Redondas notas de luz de sol, aire fragante y espuma. Los puntos por donde los límites del pensamiento desaparecen. Puntos de fuga.
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