miércoles, 12 de octubre de 2016

Pilar

Varios días antes de comenzar, me sumí en un estado de ansiedad extremo.
Después de tanto tiempo de retiro del ruido del mundo, de vivir sumida en un extraño ostracismo, sentía pánico a enfrentarme una vez más a la cruda realidad.
Sostenida apenas en un punto de precario equilibrio inestable, estuve varias noches lidiando con un aterrador insomnio y muy cerca de volver a perderme.

Hace años no me hubiese ni imaginado que el dolor pudiese provocar tantos estragos en el cuerpo y en la mente.

Tras la larga incertidumbre inicial de la fecha concreta en que comenzaría, llegó el día de reencontrarme con mis semejantes.
Semejantes es un decir, pues lo parejo es más bien escaso y, por eso mismo, un bien preciado.

Llegué muy pronto, un poco antes que tú.
Nos presentamos y tuvimos que esperar a que llegasen el resto de compañeras.

TeDije algo así como que nos sentásemos frente a la arboleda, pues había una hermosa vista de las frondosas copas de los plátanos de sombra.

Lo primero que recuerdo de ti es tu rostro atemporal y la expresión de tus grandes ojos.
Ojos de niña, que curiosos desentrañan los secretos de los seres y de las cosas.
Tus hermosos ojos.

Yo tampoco creo en las casualidades. El caso es que a estas alturas, no creo ya en (casi) nada.

Así nos encontramos y se inició el experimento laboral que venimos desarrollando juntas durante estos meses. Si, porque aunque hacemos cosas en apariencia más o menos útiles, en realidad es una mera excusa para conocernos y reírnos de todo lo que podemos.

Sé que soy una persona afortunada.
Soy una persona muy afortunada por conocerte.

Entre las miles de cosas que podría escribir respecto de ti y las muchas más de miles que siento y para las que no tengo palabras (por que no las hay), con estas líneas sólo quiero  que sepas algo.

Lo que quiero que sepas es, que gracias a ti, he vuelto a descubrir lo extraordinario.
En tu rareza, en tu dulzura, en tu generosidad y en todo ese amor que eres, radica para mi la esencia de querer continuar, de querer seguir peleando.
Lo que intento expresar es que conocerte es sentir que merece la pena la vida.
Si.
Además de un privilegio.

Hasta ahora, desconocía la  emoción que supone verse arropada y crecida por un abrazo gigante, de ésos que sólo tú sabes dar y que llevan tu firma.

Porque no sé si te he dicho alguna vez que el nombre es una cosa muy importante y que tú, eres el más hermoso soporte en línea directa con el cielo.

Ya lo sé: a veces, la carga se hace muy pesada. Incluso, nos enferma y nos deja exhaustas, cuando los "a veces" se convierten en una continua reiteración.

Pero, ¿sabes otra cosa?
Que todos esos avatares los superamos y en cuanto tenemos la más mínima oportunidad, nos los tomamos a risa.

Y cuando no existe la oportunidad la creamos, que el caso es reírse y para eso tenemos imaginación de sobra.

Hace unas semanas, escribía que cada vez que veo un caleidoscopio me acuerdo inmediatamente de Julio Cortázar.

Ahora, añado, que a partir de ti, cada vez que veo o escucho un piano, la música de sus teclas lleva y llevará por siempre tu nombre.










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