domingo, 2 de octubre de 2016

En abierto

Atrás quedó un avatar custodiado por una losa.
Atravesaste su umbral, con un cuerpo desvencijado y vacío.
Era el último límite que te condenaba al infierno.

Atraviesas su umbral. Y a cada paso, las luces se hacen más intensas y la visión más nítida.

Después, sucede que pierde el interés lo que ocurre a ras de suelo, detrás de todas esas puertas cerradas.

Comprendes que tu reino es la intemperie.
Lo sientes al caer en el abismo de un alma que habita en la tuya.
Sin entender porque y sin querer comprender.

Sientes como te atraviesa por completo la grandeza de la vida.
Eres leve.
Y gustas la verdadera riqueza: instantes de habitar espacios abiertos.

Sus labios son el cielo.
Su voz es la música.
Y sus latidos las notas más dulces del más preciado instrumento.





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