lunes, 10 de octubre de 2016

Estructuras ausentes

Miraba ahí fuera. Demasiado.
Buscaba el significado y el sentido que sólo puede encontrarse en la intimidad del ser.
No vislumbraba el mundo de ilusión que comienza en la mirada acompañado de los sentidos.

A veces, se resquebraja el escenario y deja el mecanismo de la tramoya al descubierto.
Por un instante, la ilusión de la representación me abandona y paso de estar ilusionada a sentirme ilusa.
Miro a mi alrededor: hay muchos escenarios, quizás demasiados.
Quizás el mundo  sea una suerte de gran teatro.

No sé en que estaba pensando para no querer dejar de pensar.
Era excesivo, también, el pensamiento.

He sido presa de la infelicidad de limitar mi mente en el recinto inventado del raciocinio de  lo convencional.

Cuando de niño te haces las primeras heridas, notas el dolor físico.  Se percibe como esa roja alarma que te dice que tu ser se derrama. Que por ahí se va esa vida que eres. Que corre demasiado deprisa.
Así, como un fuerte desgarrón, duele el pensamiento cuando dejas de creer.

Al dejar de creer te esponjas en la verdadera naturaleza de la luz y empiezas a distinguir lo esencial de lo que es un mero reflejo, aunque en lo que llamamos realidad todo se presenta mezclado, inter -penetrado y superpuesto.



No hay comentarios:

Publicar un comentario