martes, 16 de agosto de 2016

Estoy viva y no termino de sorprenderme

Un hermoso ocaso, como sólo lo es en esta latitud y en el mes de agosto.
Ocaso de sol cercano, a veces gigante y rojo, siempre de larga quietud mientras su luz se apaga.

Fotografiaba las nubes (como tantas veces), en el vano intento de retener algo de la luz del instante.
Cuando me he dado por satisfecha (en realidad, por vencida), seguía ensimismada en esa sensación de flotar en el misterio del escenario celestial.
Entonces, me ha sacado de mi estado, una señora muy mayor que se me ha acercado y me ha preguntado que qué era eso (señalando la escena del sol tras las nubes).
Yo, incrédula al escuchar y convencida de que no era broma, al ver la cara de la mujer, he acertado apenas a contestarle:
- Pues es el sol que se está poniendo y se encuentra oculto, escondido,  detrás de esa gigantesca nube  de la que se ve como recortado en el cielo su perfil dorado.

La buena mujer, no alcanzaba a comprender (como si hubiese algo que comprender) y ha añadido:
- ¡Ah, si! Las franjas esas largas son los rayos del sol, y ha añadido: - ¡Qué miedo!
Me ha costado contenerme la risa, y le he preguntado qué le daba miedo. Entonces, va y dice:
- ¡Qué cosas! Esto debe de ser algún invento moderno de ésos, pues en mis tiempos no se veían estas cosas.

A mi, la frescura del encuentro me ha alegrado la tarde.

Finalmente, comentó:
- Yo, ahí arriba, veo un hombre.
Y al marcharse, añadió:
- ¡Cómo me sorprendo!



No hay comentarios:

Publicar un comentario