domingo, 7 de agosto de 2016

De caleidoscopios

Es un pequeño mundo encerrado en los límites de un círculo. Se crea y recrea en su movimiento, en su girar.
Uróboros de la niñez.
Siempre que veo un caleidoscopio me acuerdo de Cortázar. Y no se porque, me parece que un caleidoscopio es un objeto que se salió de uno de sus libros y se hizo materia.
Entonces, cuando veo uno lo tomo en mis manos y me adentro en su misterio.
Y recuerdo su voz ronca y extraña, la de Julio Cortázar recitando sus poemas, trasladándose con ella más allá de lo que dura un cuerpo mortal.
Y pienso en que mi cuerpo también morirá.
Quizás la desnudez y la muerte sea lo único que nos iguala. Si lo expreso así, se entiende en un sentido aritmético matemático, la igualdad. Me refiero a esa otra, la que nos hermana en la vida, que también es la muerte.
Su voz, sus escritos y su caleidoscópico universo se filtraron en mi y en muchos otros. Así como su cuerpo se entregó a la tierra para ser flor, árbol, agua que mana, trigo y olivo.
Pero esto es sólo un objeto de cartón y debo continuar.
Disolviéndome poco a poco en el verde mar de la nada.

Y estas palabras son un leve eco que ardió en mi memoria.


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