Todo parece que se detiene cuando se hace demasiado densa su ausencia.
El ansia de volver a verlo hace que se paralice mi mundo.
Y el tiempo se me escapa como arena que se desliza entre las manos.
Más no quiero que este bucle de ausencia - inactividad se repita una y otra vez.
Por eso vuelvo a mi sagrado refugio.
Fuera, la nieve, por su excepcionalidad en estos lugares, se convierte en la protagonista de la jornada.
Dentro, la soledad me abruma. Gracias a la compañía de Fénix (la gata), no se me hiela del todo el alma.
No se porqué dejo el tiempo pasar, este tiempo que no nos pertenece, pero que parece pedirme a gritos que lo llene de contenido.
He de volver al papel grueso, a los lápices y a los brillantes colores de la acuarela.
Cuando estoy así, no me veo, sólo veo una faceta mía que detesto, esa que rehúye de hacer cosas.
Suenan las seis de la tarde en el reloj del ayuntamiento, tres minutos antes de que sean las seis en el resto de los relojes.
Una de las cosas que más me gusta es ver como se van llenando de contenido los espacios en blanco, ya sean estos el virtual folio del PC, la hoja A4, o el grueso papel de acuarela, al que me refería antes.
Yo tengo un sueño, que apenas si puedo esbozar cuando me acuesto por las noches, porque me duermo al poco de empezar a imaginarlo. Yo creo que me duermo porque siempre empiezo por el final y mi mente perezosa evita encontrar la trama que es el que sería su principio.
Pero sé una cosa de este sueño que nunca supe de ningún otro sueño y es que con orden, trabajo amoroso y algo de suerte, podría convertirse en realidad.
No es algo que le haya pedido al año nuevo, porque entre otras cosas hace muchos años que no le pido nada ni al año, ni a las velas de cumpleaños.
Se bien que el sueño se me pierde en la inactividad y modorra del pensamiento.
Me cuesta aceptar que las personas no son las que le dan sentido a esta extraña cosa que es la existencia. Las personas que nos acompañan en el camino, las personas que queremos, son siempre un gran impulso vital, pero el motor que lleva a la acción se encuentra dentro de uno mismo y no acontece de repente en una larga espera.
Anochece. Miro la calle a través de una rendija de las cortinas que dejan ver un trozo de cielo y parte de las casas de la calle.
Caigo en la cuenta que hace siglos que no leo un libro. Ya va siendo hora que compruebe el estado en el que se encuentra mi mente. En realidad queda mucho por hacer. Pero creo que ya es hora de hacer sólo aquello que sea realmente necesario.
Ahora, necesito poner un poco de orden en la casa y luego sigo.
A ver si me pilla la inspiración trabajando.
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