Y llegó un momento en el que, aquello que había sido el centro de mi universo entero, dejó de doler.
No era por la mediación del tiempo, que dicen que todo lo cura, era haber alcanzado ese "nunca más" (resonando dentro) que parecía imposible que fuera a suceder.
Y se fueron una a una las secuelas de la ausencia.
Ni siquiera quedaron como costumbre esas letras malparidas enviadas como mensaje el día de nochevieja.
¿Qué sentido tenían? ¿Para qué endilgar unas frases más o menos históricas, o propias y más o menos meditadas, si el resto del año vivíamos sin saber absolutamente nada de la existencia del otro?
Este año, por vez primera, notaba un gran alivio al no encontrar un mensaje con sus palabras en mi teléfono.
Esas letras eran como aventurarse a "leer" los posos de un café que tomé sin estar en su presencia.
He dejado de apegarme a la sombra de su fantasma, a un ideal, a una vía de escape que se había convertido en mi prisión.
Necesito saber como soy yo desde mi interior vacío. Comprender que hay que sentirlo muy hondo para poder llenarlo de cosas nuevas muy hermosas.
Permanecen los recuerdos, las sensaciones y los sentimientos. Pero cada cual en su justa medida.
Abandoné una vida porque quería y necesitaba ser mejor. Me fui con ligero equipaje y con la certeza de que nunca más volvería a verle, pero sin aceptar en absoluto que llegaría el día que fuese así.
Podría decirse que retorné a mis orígenes sedienta de besos y abrazos, o aunque sólo fuera un chupito de amor. Y con la obsesión por él a cuestas, enganchada a mi espalda como pesada carga que me había auto-impuesto.
Y empecé a soltar todo el amor que tenía estancado en mis adentros. Yo creía estar enamorada, pero esto era otra cosa.
Pero hoy no quiero ni necesito hablar de amor.
Gracias a las personas que me han ayudado incondicionalmente a salir a flote, pude entender la diferencia entre enamoramiento y obsesión.
Los verdaderos habitantes del corazón son los que hacen que arda cada día la misteriosa llama sagrada que todos llevamos dentro.
Como diría Manolo García, a veces se enciende y a veces se apaga. Creo que cuando la llama se apaga uno se encuentra en los aledaños de la muerte.
A mi "casi" se me apagó, entonces supe lo que es encontrarse en un verdadero infierno.
Perdí las riendas de mi mente. Y sin funcionar bien la mente el cuerpo no es sino una pesada carga.
Ahora todo esto pasó. Todo pasa pues nadie ha venido a este mundo a quedarse. Con nada y con nadie.
Ahora cada vez que siento frío, me imagino las flores y la luz de la primavera. La primera verdad cuando eclosiona en el mundo y lo hace siempre sin medida.
Ahora no reconozco ni mi voz. Puede que bajo la vieja piel añeja haya algo de continuidad y sea eso que llamamos yo y que decimos mío.
Ahora es el momento de agradecer cada día, cada cosa que nos regala la vida y centrarnos en los que nos cuidan y nos quieren. Y empezar a cuidarlos y a cuidarnos. Los mejores cuidados empiezan por ir dejando atrás uno a uno los miedos. Pues no es otra cosa sino miedo lo que nos aleja del amor y la verdad.
Por el miedo a perderle perdí lo conseguido. Pero lo conseguido no estaba bien construido. Cada día es una oportunidad para moldear la "pasta asciutta" de la vida.
Fuimos hechos para dar continuidad a la creación, de alguna manera todos somos co-creadores en un amplio sentido. Y sin embargo, la mayor parte del tiempo la solemos pasar imitando y repitiendo patrones pre-establecidos.
Hoy quiero salir de mi ensimismamiento, que me hace repetir una y otra vez lo mismo. Lo escribo para creérmelo y hacerlo.
Ahora es el momento.
Y queda mucho por hacer.
A más ver.
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