Pobladores de lugares comunes,
estuvimos, estamos y estaremos.
Como gotas de rocío que fecundan los campos.
Nadie lo sabe. Sin embargo, lo cambiamos todo.
Siempre ha sido así. Así es y así será.
En cualquier lugar común, contigo, amor.
Y así seguiría, en un instante indeterminado, sin poder parar de escribirte.
Sintiendo como te derramas en mi y no me colmas. Y siempre nuevo.
Somos el enorme corazón que es el mundo. Cosquillas.
Y volvió la alegría.
Contigo soy feliz, amor.
La tierra está plena de nuestros besos que son las flores.
Nuestro código secreto se encuentra en sus colores,
en su suavidad formal, en millares de combinaciones.
Mi amado buzo, antes solitario, que sembró de belleza todo el fondo marino.
Para compañía de los peces.
Y de esos mapas imaginarios de barcos hundidos que nos gusta cantar.
Y vienes a pintar mis cielos,
con deliciosa suavidad e intachable caligrafía.
Miro tus manos y las adoro. Y tu rostro...y tu cuerpo.
Eres el más hermoso. Y te deseo...te deseo tanto.
Me gusta acariciar tu espalda con mis labios,
detenerme en sus amplias curvaturas
y esconderme en el hueco de tu cuello.
Ahí empieza el territorio olfativo del paraíso.
Encuentro en ti el orden interno de las palabras
que se van arquitrabando hasta construir el puente que une los mundos.
Me detengo en cada matiz en el inmenso amor que es nuestro amor. Eterno.
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