Pensé que ese momento nunca iba a llegar. Pero no, me equivoqué. Por fin hubo abrazo después de más de un año sin poder tener contacto con ella, con mi madre.
El encuentro con ella, fue un escudriñar cada infinitesimal parte de su ser. No supe o no pude entregarme a el abrazo plenamente. Estaba demasiado activa mi mente.
El tiempo en ausencia de contacto directo, físico, ha hecho estragos en ella y quizás también en mi. Le noto un aura de tristeza que me cala hasta los huesos. Quizás sea el reflejo de mi propia tristeza.
Poder coger su frágil mano, entre mis manos, eso si que es un regalo precioso.
Cuanto la echo de menos. Cuanto miedo he pasado por toda esta situación, y por ella.
Ella sonreía, y mi hermana la colmaba de abrazos. Y yo sonreía, sin terminar de creérmelo, sin asimilar aún la nueva e inesperada situación.
Gracias vida por sorprenderme con cosas buenas.
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