martes, 6 de abril de 2021

El cementerio y aledaños

Cielo límpido y puro de Abril.

Las virginales espigas se mecen en los campos. 

Vamos siguiendo la arboleda, camino del Camposanto.

Llegamos al reino de los trinos de los pájaros, del bullicio de los gatos por doquier y, sin embargo, cuanto silencio.

Nombres, imágenes, cifras y letras se repiten como una letanía, construyendo la paz más terrorífica.

Flores sobre las losas, en todos sus estadios.

Vamos de visita a nuestro fatal destino y no me sale una sola lágrima. Las lágrimas parecen haberse quedado disueltas para siempre, en esta puta química que sujeta mi mente.

Ese dolor sordo sin lágrimas que me lacera hacia dentro.

Necesito llorar, llorar a gritos, pues cuando despierto tengo una pesadilla que parece no tener fin.

No puedo avanzar, con estas ansias que me dominan.

Y sé que la solución posible sólo depende de mi, es un estado de mi mente.

Añoro cuando fui muy feliz, porque por un infinitesimal instante, acaricié la libertad con la punta de mis dedos.

Pero no voy a quedarme aquí sentada observando como la vida se me escurre entre los dedos.

Voy a ser lo que tenga que ser, pero siendo.

 Allá voy.


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