Si pudiese expresar con palabras lo que siento, éstas serían el más precioso bálsamo con que anestesiarme la vida.
Tú ordenas mis vacíos, mis recuerdos y mi tiempo.
Aunque ya no sé vivir la vida como si sólo fuese a durar un instante, y hubiese de beberla de un solo trago.
Ya no sé vivir la vida como si la mayor ficción de la misma fuese el tiempo.
En algún rincón privilegiado de la memoria se encuentran agazapados con todo lo demás los mejores recuerdos.
Ha pasado demasiado tiempo, tanto como para entender y aceptar que no voy a ser capaz de olvidarte.
Existen algunos preciosos recuerdos que nunca serán contaminados de presente. Son todas esas sensaciones y sentimientos que me bullían en las entrañas.
Ese leve rubor que te incendiaba las mejillas.
El siempre eterno giro de tu alianza sobre la mesa.
Despertar respirando el mismo aire y destino e inaugurar días llenos de vida y de risas.
Entonces, parecía que el amor y la juventud iban a durar para siempre. En realidad a nadie le preocupaba la duración de nada, era una entrega total al momento.
Pero sobre todo echo de menos tu mirada oblicua llena de mar y salitre.
La visión de tus manos sujetando con delicadeza un buen libro abierto en canal.
Hoy te echo de menos. Sin dolor y sin rabia. Te echo de menos como si todavía no fuese cierto que he perdido la esperanza.
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