Despierto en una caricia de piel nueva, con olor a chocolate y a estival mañana.
Me levanto, guiada por el eco que produce en mi alma la apertura de las risas de los niños, el bullicio de sus juegos y la alegría de vivir que exhalan.
Y sin darme apenas cuenta, me encuentro con un lápiz escolar en la mano garabateando palabras, comenzando un nuevo día.
Y escribo:
"No quiero que estés triste, no quiero que te inunde la tristeza, no quiero que sean tus labios un sobre lacrado"
Y no quiero estar triste, porque muchas son las cosas que nos decimos pensando que son para otros.
Por eso me voy donde los niños a contagiarme de su alegría, a seguir aprendiendo.
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