viernes, 18 de agosto de 2017

Crecer es, de todo lo habido, permanecer en lo mejor

Como fantasmas acechando el portal de mi casa, vuelven  algunos recuerdos que quedaron varados en  la otra orilla.
Son recuerdos en sordina revestidos de ternura, que pugnan por encontrar su orden en medio del caos de la cordura.

Para poder continuar, necesito evocar esas cosas que hacen liviano el camino. Son algunas cosas en las que me demoro y paro, aunque sólo sea un poquito.

Me quedo con todo eso que sentimos con los ojos cerrados, más allá de la piel, al compartir un mismo aliento, enredados nuestros cuerpos y los corazones juntos a galope.

Permanezco en el perfume del bosque de tu alegría, en el misterio alado de sus sombras y el cielo verde dentro de tu mar.

Me lleno y expando con tu belleza que, desde el poder del amor en ti, se manifiesta fragante y siempre nueva y dota de sentido los instantes.


La corriente de la vida va erosionando todo de olvido, mientras se va fraguando lo nuevo.

Por eso es que el ser mora más allá de la memoria.













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