- ¿A ti te he dado ya un besico?, me dice Avelina.
Y yo, sin poder evitar una sonrisa al contemplar en sus ojos verdes su halo de niña, le contesto que sí.
Entonces se marcha, después de haber repartido besos a todos los presentes.
- ¿Verdad que estamos muy a gusto?, decía feliz unos minutos antes. Están sus hijos y su nieto y empieza a correr una suave brisa fresca.
Se necesita poco para ser feliz desde un interior tan resplandeciente.
El otro día decía Avelina que a ella le da mucha lástima de todo el mundo.
- Cada uno es como es, añade.
Y no hay nada más.
Es, quizás, aceptar cada persona que encuentra como un regalo que le hace la vida, una oportunidad para compartir el instante.
Y la aprovecha.
Y sus besos saben a polo de fresa.
Alaba la hermosura de los árboles y sin tapujos narra lo que ve, sin más.
Ella hace sentir con cierta intensidad el lado amable de las cosas sencillas.
Ella es un amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario