Me preguntaba, todo este tiempo, dónde se habían ido a esconder mis lágrimas.
En qué lugar de mi ser se habían quedado presas mis emociones.
Hoy, después de muchos meses, me he dado cuenta de que somos mucho más poderosos que la mera química que nos sujeta y sostiene.
Más allá de lo que es imposibilitante se encuentra el amor que todo lo suelta y aclara.
Dos manos que se unen para vencer el dolor, ahí estaban escondidas mis ausentes lágrimas, en todo ese dolor que yo no podía evitar a mi madre y que ella, por su parte, tampoco hacía nada por evitar. En medio de un caos de gente y de centenares de tubos de colores.
Hoy he descubierto que la manera en que logro conectarme a la fuente de todas las emociones más nobles es a través del amor de mi madre. Ella con su manera de vivir, entre otras muchas cosas, nos enseña lo que es ser una gran fortaleza en apariencia frágil.
Sin poder liberar y expresar las emociones y los sentimientos, no somos nada, más que un ente pensante más o menos racional.
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