Poco a poco voy reconstruyendo mi vida. Ahora que ésta se encuentra bastante ordenada, ocurre que el espacio que habito se me está haciendo muy pequeño, como me pasaba cuando era adolescente.
En aquellos tiempos, no sabía que cosa habría de suceder, pero confiaba en que sucediese algo para que pudiese salir del pueblo.
Ahora la sensación es distinta, pero la necesidad de tener algo más es la misma.
Poco a poco, voy consiguiendo recuperar la confianza perdida e incluso crecerla más que en sus mejores momentos. Vuelven a tener sabor los días, que ya no son exactamente una hoja en blanco, que empieza igual que termina. En ellos, voy perfilando, conforme me va surgiendo, cosas que me hacen sentir bien, e incluso cosas con las que puedo aportar algo a los demás.
Me ha costado mucho tiempo resurgir de lo más hondo y hasta es posible que haya recuperado un poquito la alegría de vivir.
Aún con mis muchas limitaciones, sobre todo las que son consecuencia directa de la medicación, puedo hacer mi vida, creciendo, con mi hijo como motor principal de mi existencia.
En realidad soy una afortunada, pues puedo disponer de todo el tiempo para mi.
Quizás no llegue nunca a poseer grandes cosas materiales, pero no las necesito, ni las echo de menos.
Echo de menos los afectos, a aquellas personas que se han quedado en el camino cuya esencia permanece en mi.
Echo de menos el anonimato que procura una gran ciudad como Madrid, así como su amplia oferta de ocio y posibilidades de cultura.
He de admitir que me siento un poco extraña en mi piel, ahora que dejé atrás mi obsesión permanente, pero ya vendrán nuevas vivencias que me hagan olvidar y despierten mi imaginación y estimulen mis sueños.
Ya surgirán nuevos motivos de inspiración en esta nueva vida. Otra vida era posible. Ahora estoy viviendo esa Otra Vida (que cantaba Battiato), conscientemente. Diferente a como la hubiera imaginado. Con suavidad y buscando siempre la paz, estar en paz. Para mi estar en paz es lo más parecido a la felicidad.
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