lunes, 17 de enero de 2022

La maison dieu.

 Mientras mi mundo conocido hasta entonces, se derrumbaba a mi alrededor, sólo pensar en él hacía penetrar un pequeño rayo de luminosa esperanza entre las ruinas.

Todo era doloroso y estaba muy emporcado frente a sus palabras, que me parecían llenas de lustre y de vida, esa vida que a chorros se me escapaba.

En algún momento llegué a pensar que , quizás, era necesario pasar ese doloroso tránsito. Pensaba que en algún momento alcanzaría la libertad y así podría tener la posibilidad de poder estar algún día lejano con él.

Y pensaba, y pensaba, y de tanto pensar se me olvidaba dormir y pasaba las noches con el cerebro en plena efervescencia, a punto de estallar. Relacionando todo con todo y quizás llegué a confundir los pensamientos con cosas reales, en determinados momentos.

Y él, en mi obsesión, se convirtió en mi punto fijo, en el único lugar que existía para amarrarse.

Y qué era él, en realidad, en aquel entonces, sino la sombra de un recuerdo en forma de algunas palabras.

Pero yo necesitaba ayuda, su ayuda. Y cuanto más claro yo parecía sentir su amor, más se alejaba él de mi, hasta que también llegó su silencio.

Yo siempre he necesitado expresarme, a veces de una manera algo extravagante. Quizás he sido un poco excéntrica y ya ves, cuando por fin encuentro lo que creía era  mi centro, él, al notarlo, salió pitando hacia otra parte.

Lo que quiero decir o intentar expresar, es que mi amor nunca ha sido correspondido en este plano terrenal. Y si lo es en otros, como ahora mismo no tengo conciencia de ello,  me importa un comino.

Hoy se derrumbó mi castillo de naipes. Esa torre en cuya azotea leía absorto el estilita desnudo y sabio.

Ha ocurrido mientras leía un libro, (Olvidé decirte quiero). En la voz de una perrita muerta llamada Mía (de la protagonista). He comprendido algo y he sentido como se desprendía mi última capa o cascarón de apego. He comprendido que una vez le pedí disculpas a él por no haber estado a la altura. Y qué coño, como iba a estar a la altura, si él se encontraba siempre subido a lo más alto de su bastión y yo a ras de suelo. Imposible, para un ser como yo que no es alado.

Y como el título del libro, claro que olvidé decirle quiero, olvidé decirle lo que quería, sobretodo lo que, por entonces, me pedía mi cuerpo y mi mente.

Bah. Ahora que he caído en la cuenta da igual. Pero cuanto tiempo, sobretodo, de mala prosa me hubiese ahorrado. 

Lo mejor es el estilita que pinté para él y que tengo puesto en el portal de mi casa. Con lo fácil que me hubiese sido interpretar lo que ahora veo tan claro a través de las palabras de la perra ficticia Mía.

Ahora creo que voy a poner a su lado (al lado del estilita) enmarcada esta carta del tarot:



En otro momento nos ocuparemos, con la paciencia y tiempo que requiere, de su significado.

Bueno, me tengo que marchar.

Ya continuaré en otro momento. O no. 

Nunca se sabe.









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