Algunas personas sienten una gran necesidad, consciente o
no, de proyectar sus miedos sobre los demás.
Las maneras más poderosas de manipular la voluntad de las
personas son miedo y amor. No se
contemplan como pareja de contrarios.
Pero lo son.
Miedos no son voluntades.
Vivimos inmersos en un sistema caduco, con estructuras
decimonónicas respecto de la enseñanza. Y aunque los métodos más avanzados y
experiencias puntuales en diferentes lugares del mundo hacen fuerza para
generar otras maneras de enseñar, en la mayor parte de sus aspectos (en un
amplio sentido de la palabra educación) la expresión de nuestra conducta es el
resultado de agarrarnos a un lastre pasado del que no nos queremos soltar.
Y el único camino
posible es desprenderse. Desprenderse de esas voces o ecos del pasado que nos
llevan a anularnos como personas, como seres.
Estamos inmersos en un entorno que de manera reiterada e incensante, nos somete a un bombardeo de información basura. Es un virus
que se expande en todos los aspectos de nuestras vidas. Tomamos por cosas
nuestras, que repetimos hasta la saciedad.
Es posible dejar de influenciarse o traspasarse. Pero cuando
un elemento se sale de la “norma común” se le cataloga de extraño y con métodos
peor que mejor establecidos por el propio sistema, se anula.
Bajo muchas imposturas a las que llamamos “amor” nos dejamos
manipular.
El verdadero amor existe y es aquel que te hace desprenderte
de todos tus miedos y ser el guía la luz, y la tabla de la salvación de tu
propio IO.
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