Desde el alféizar de mi ventana leo contigo.
Le hablaba al horizonte de cielo azul más límpido que hayas imaginado,
ese espacio fractal que construyes y casi acaricias con las yemas de los dedos.
Le digo que esas diminutas palabras que leo,
a veces se deslizan en la piel.
Y que anhelan el recorrido de nuestras manos recorriendo el paraíso.
Juegan a imitar el dibujo de la huella que deja el calor de los labios.
Buscan los preciosos recorridos de la acuarela de los cuerpos.
Se esconden, algunas veces, en nuestros más deliciosos rincones.
Y se pierden. Claro.
Se pierden ignorando, que ese momento sagrado,
sólo a ti y a mi nos pertenece.
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