La vida se pasa y ya no vuelve.
Los ojos se cierran para siempre, más la luz sigue acariciando los otros cuerpos y las miradas, quizás ignorantes de la dicha de ser.
La vida se pasa y no espera.
Y los pies cesan de hollar los caminos del mundo, testigos mudos de un tropel de fechorías.
La vida se pasa y ya no hay más lágrimas.
Mientras el mundo sigue consumiéndose en un infierno de estulticia. Pero se buscan otros lugares para poder descansar en su belleza.
La vida se pasa y ya no vuelves.
Aunque estarás en mi en cada amanecer. Y te buscaré siempre en cada aurora de rosados dedos.
La vida se pasa y, poco a poco, en ella me disuelvo.
Como lágrimas en la lluvia, de un suave lluvia que no cesa.
La vida se pasa y no hay olvido.
Y sin olvido no hay lugar que no ocupes de mi memoria, cada vez que unas letras deciden juntarse y deslizarse a través de mis manos.
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