Y cuando ya no lo esperaba, en menos de una centésima de segundo, volví a caer.
Y por vez primera, todavía sintiendo el punzante dolor de mi error, pude perdonarme.
Y entonces, supe que en esta vida hay pecados para los que existe perdón, pero no hay nada para la herida que se forma, carece de cura.
Y entendí que ahí, al lado de lo que sostiene, se encuentra agazapada y siempre al acecho la locura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario