Me acerqué despacio, atraída por su silente y grandiosa presencia.
Al hacerlo, era consciente del ser tan magno, del gigante testimonio de vida que es el olmo de la placita.
Sentía la continuidad de su profundidad en mi.
Y sonreía al recordar la vacuidad aquella de la arruga es bella, concepto que se acerca al descubrimiento de la belleza en lo más hondo del ser.
Y todo un microcosmos despertaba en mi alma dormida.
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